lunes, 8 de junio de 2009

El Hobbit

Todo lo que el confiado Bilbo vio aquella mañana fue un anciano con un bastón. Tenía un sombrero azul, alto y puntiagudo, una larga capa gris, una bufanda de plata sobre la que colgaba una barba larga y blanca hasta más abajo de la cintura, y botas negras.
-¡Buenos días! -dijo Bilbo, y esto era exactamente lo que quería decir. El sol brillaba y la hierba estaba muy verde. Pero Gandalf lo miró desde abajo de las cejas largas y espsas, más sobresalientes que el ala del sombrero, que le ensombrecía la cara.
-¿Qué quieres decir? -preguntó-. ¿Me deseas un buen día, o quieres decir que es un buen día, lo que quiera yo o no; o que hoy te sientes bien; o que es un día en que conviene ser bueno?
-Todo eso a la vez -dijo Bilbo-. Y un día estupendo para una pipa de tabaco a la puerta de casa, además. ¡Si lleváis una pipa encima, sentaos y tomad un poco de mi tabaco! ¡No hay prisa, tenemos todo el día por delante! -Entonces Bilbo se sentó en una silla junto a la puerta, cruzó las piernas y lanzó un hermoso anillo de humo gris que navegó en el aire sin romperse, y se alejó flotando sobre La Colina.
-¡Muy bonito! -dijo Gandalf-. Pero esta mañana no tengo tiempo para anillos de humo. Busco a alguien con quien compartir una aventura que estoy planeando, y es difícil dar con él.
-Pienso lo mismo... En estos lugares somos gente sencilla y tranquila y no estamos acostumbrados a las aventuras. ¡Cosas desagradables, molestas e incómodas que retrasan la cena! No me explico por qué atraen a la gente -dijo nuestro señor Bolsón, y metiendo un pulgar detrás del tirante, lanzó otro anillo de humo más grande aún. Luego sacó el correo matutino y se puso a leer, fingiendo ignorar al viejo. Pero el viejo no se movió. Permaneció apoyado en el bastón observando al hobbit sin decir nada, hasta que Bilbo se sintió bastante incómodo y aun un poco enfadado.- ¡Buenos días! -dijo al fin-. ¡No queremos aventuras aquí, gracias! ¿Por qué no probáis más allá de La Colina o al otro lado de Delagua? -Con esto daba a entender que la conversación había terminado.
-¡Para cuántas cosas empleas el Buenos días! -dijo Gandalf-. Ahora quieres decir que intentas deshacerte de mí y que no serán buenos hasta que me vaya.
-¡De ningún modo, de ningún modo, mi querido señor! Veamos, no creo conocer vuestro nombre...
-¡Sí, sí, mi querido señor, y yo sí que conozco tu nombre, señor Bilbo Bolsón! Y tú también sabes el mío, aunque no me unas a él. ¡Yo soy Gandalf, y Gandalf soy yo! ¡Quién iba a pensar que un hijo de Belladona Tuk me daría los buenos días como si yo fuese vendiendo botones de puerta en puerta!
-¡Gandalf, Gandalf! ¡Válgame el cielo! ¿No sois vos el mago errante que dio al Viejo Tuk un par de botones mágicos de diamante que se abrochaban solos y no se desabrochaban hasta que les dabas una orden? ¿No sois vos quien contaba en las reuniones aquellas historias maravillosas de dragones, trasgos y gigantes y rescates de princesas y la inesperada fortuna de los hijos de madre viuda? ¿No el hombre que acostumbraba a fabricar aquellos fuegos de artificio tan excelentes? ¡Los recuerdo! El Viejo Tuk los preparaba en los solsticios de verano. ¡Espléndidos! Subían como grandes lirios, cabezas de dragón y árboles de fuego que quedaban suspendidos en el aire durante todo el crepúsculo. -Ya os habréis dado cuenta de que el señor Bolsón no era tan prosaico como el mismo creía, y también de que era muy aficionado a las flores.- ¡Diantre! -continuó-. ¿No sois vos el Gandalf responsable de que tantos y tantos jóvenes apacibles partiesen hacia el Azul en busca de locas aventuras? Cualquier cosa desde trepar árboles a visitar elfos... o zarpar en barcos, ¡y navegar hacia otras costas! ¡Caramba!, la vida era bastante apacible entonces... Quiero decir, en un tiempo tuvisteis la costumbre de perturbarlo todo en estos sitios. Os pido perdón, pero no tenía ni idea de que todavía estuvieseis en actividad.
-¿Dónde si no iba a estar? -dijo el mago.- De cualquier modo, me complace descubrir que recuerdas con cariño mis fuegos artificiales, y eso es reconfortante. Y en verdad, por la memoria de tu viejo abuelo Tuk y por la memoria de la pobre Belladona, te concederé lo que has pedido.
-Perdón, ¡yo no he pedido nada!
-¡Sí, sí lo has hecho! Dos veces ya. Mi perdón. Te lo doy. De hecho iré tan lejos como para embarcarme en esa aventura. Muy divertida para mí, muy buena para ti... y quizá también muy provechosa, si sales de ella sano y salvo.
-¡Disculpad! No quiero ninguna aventura, gracias. Hoy no. ¡Buenos días! Pero venid a tomar el té ¡cuando gustéis! ¿Por qué no mañana? ¡Sí, venid mañana! ¡Adiós! -Con esto el hobbit retrocedió escabulléndose por la redonda puerta verde, y la cerró lo más rápido que pudo sin llegar a parecer grosero. Al fin y al cabo, un mago es un mago.

El Hobbit - J.R.R. Tolkien

1 comentario:

Elio Milay dijo...

Guillermo del Toro va a dirigir la versión cinematográfica de esta maravilla. Supongo que lo llenará todo de modelos de látex y maquillaje desagradable de ese que tanto le gusta, y lo estropeará todo.

Yo me quedó con la versión animada que se hizo en 1977, narrada por John Huston. Sin ser la maravilla de maravillas, conserva la sabia inocencia del original.

Esto es un enlace a la primera de las partes en que está dividida en youtube.

http://www.youtube.com/watch?v=XSHLGnexe-w