viernes, 15 de octubre de 2010

Ser o no ser, esa es la cuestión: si es más noble para el alma soportar las flechas y pedradas de la áspera Fortuna o armarse contra un mar de adversidades y darles fin en el encuentro. Morir: dormir, nada más. Y si durmiendo terminaran las angustias y los mil ataques naturales herencia de la carne, sería una conclusión seriamente deseable. Morir, dormir: dormir, tal vez soñar. Sí, ese es el estorbo; pues qué podríamos soñar en nuestro sueño eterno ya libres del agobio terrenal, es una consideración que frena el juicio y da tan larga vida a la desgracia. Pues, ¿quién soportaría los azotes e injurias de este mundo, el desmán del tirano, la afrenta del soberbio, las penas del amor menospreciado, la tardanza de la ley, la arrogancia del cargo, los insultos que sufre la paciencia, pudiendo cerrar cuentas uno mismo con un simple puñal? ¿Quién lleva esas cargas, gimiendo y sudando bajo el peso de esta vida, si no es porque el temor al más allá, la tierra inexplorada de cuyas fronteras ningún viajero vuelve, detiene los sentidos y nos hace soportar los males que tenemos antes que huir hacia otros que ignoramos? La conciencia nos vuelve unos cobardes, el color natural de nuestro ánimo se mustia con el pálido matiz del pensamiento, y empresas de gran peso y entidad por tal motivo se desvían de su curso y ya no son acción? Pero, alto: la bella Ofelia. Hermosa, en tus plegarias recuerda mis pecados."


William Shakespeare.

sábado, 9 de octubre de 2010

El eterno resplandor de una mente sin recuerdos

Ojalá pudiera conocer a alguien nuevo. Supongo que las probabilidades de que eso ocurra se ven disminuídas por mi capacidad de establecer contacto ocular con una mujer desconocida. ¿Por qué me enamoraré siempre de la primera mujer que veo y que me presta la más mínima atención?

Es el día que nos conocimos... estabas junto al mar, podía divisarte a lo lejos... recuerdo que me atrajiste a esa distancia incluso a esa distancia y pensé... "¡Jo, qué raro, me atrae la espalda de alguien!". Llevabas la sudadera de color naranja que llegaría a conocer tanto, que incluso llegaría a odiar con el tiempo, pero entonces pense: "¡Cómo mola, una sudadera naranja!"

- Hola.
- Hola.
-Te he visto aquí, aquí sentado... y solo. Y he pensado: "Gracias a Dios, una persona normal que tampoco sabe como relacionarse."
- Sí... nunca, nunca sé qué decir.