martes, 24 de marzo de 2009

Pink Floyd

A mi padre le gusta la música en inglés porque de universitario le gustaba estudiar escuchando música, así que dice que si es en inglés se concrenta más... sus grupos preferidos son Pink Floyd y Led Zeppelin. Tiene discos de ellos y a veces los ponía en el coche, cuando yo era pequeña, recuerdo que era como sonido de la luna... sonidos tratando de imitar la sensación de estar en el espacio exterior. Se le llama Space Rock que es uno de los géneros, entre otros, que hacía Pink Floyd. Yo he heredado de mis padres los gustos musicales. Porque mi madre a mi edad (1969) ¡era ferviente fanática de los Beatles! Su favorito era Lennon... y murió justo a la vez que su padre (mi abuelo). Dice que lloró... y no sólo ella... pero en fin, si algo tenemos en común mi madre y yo, es nuestra Beatlemanía. Y he explorado la música de Pink Floyd, porque además mis dos primos son fanáticos también y me han pasado discos, y me han gustado bastante.
Mis discos favoritos de Pink Floyd son "The Piper at the Gates of Dawn (1967)" y "The Wall (1982)"... dicen que "Dark side of the moon (1973)" es una verdadera obra maestra y el mejor disco de la historia, bueno, quizá lo sobrevaloran un poco; pero lo que sí es verdad es que es un disco excelente. La música de Pink Floyd es más que nada rock progresivo... sus canciones pueden durar 23 minutos y no tienen una estructura concreta de estrofa-estribillo. Al principio, estaba Syd Barrett y hacían mucho rock psicodélico, y "The Piper at the Gates of Dawn" es el disco que hicieron con Syd en 1967, es muy psicodélico y hay canciones que duran hasta diez minutos y me relaja bastante o me hace viajar a mundos que jamás he visitado.

Hoy me dio la gana de hablar sobre Pink Floyd. Es un gran grupo en la historia del rock. Mi favorito es Syd, creo que me interesa más él, su vida es más interesante, qué sé yo... él tuvo muchos problemas con las drogas... y por eso lo sacaron de Pink Floyd... lo sacaron. Porque él no sé fué. No podía actuar en público por sus problemas... y, al principio, lo dejaban componer para el grupo, pero ya después ni siquiera eso. Eso fué un poco rastrero de parte de los otros, pero en fin... no se puede vivir con resentimiento toda la vida. Yo vi una película que hablaba de los horrores por los que pasa voluntariamente un drogadicto. Y... no sé, es triste que una sustancia te destroce la vida así. Mi otro preferido es Roger, porque él compuso mi himno... "Another brick in the wall"... esa canción es mi himno. Yo odio el colegio. Y esa canción habla sobre eso precisamente... con unos pocos versos consiguió expresar lo que todo alumno siente: "We don't need no education, we don't need no tought control, no dark sarcasm in the classroom, teachers, leave those kids alone!" Esa canción es posiblemente, una de mis canciones preferidas, por eso, la pongo hoy aquí... el videoclip, también es ¡¡fantástico!!

También, me parece que Roger compuso muchas canciones de "The Wall" y es un disco que me gusta mucho... es psicodélico, pero no en exceso... y tiene musicalidad. Hay una película, pero no la he visto... tendría que verla. Los otros miembros son Richard Wright, el tecladista (que murió el año pasado, Resquiescat in Pacem), Nick Mason (el baterista que escribió un libro que yo ojeé) y David Gilmour. Roger era el bajista y Syd, tocaba la guitarra. No es que yo sea una fan de Pink Floyd, pero es un grupo que me gusta. Nació más o menos a finales de los años sesenta, ¡incluso grabaron en el mismo estudio que los Beatles! Abbey Road... creo que eran colegas entre sí; de hecho, hay rumores de que Syd participó en la composición de "What's new Mary Jane" (una canción rara de los Beatles). Y se disolvieron... no sé cuando... cuando Syd salió del grupo siguieron Roger, Rick, Nick y David. El primer éxito que tuvieron fué "Arnold Layne", ¡canción con la que me conquistaron! Y "See Emily Play"... es rock psicodélico que me fascina.

lunes, 23 de marzo de 2009

Viaje al centro de la tierra

CAPÍTULO XXI

Partimos al día siguiente muy de madrugada. TEníamos que darnos prisa. Estábamos a cinco jornadas de la encrucijada.
No me detendré en circunstanciar minuciosamente los padecimientos de nuestra marcha. Mi tío los sobrellevó con la cólera de un hombre que no se siente ya más fuerte que ellos; Hans, con la resignación de su temperamento flemático, y yo, lo confieso, quejándome y desesperándome, sin encontrar energía en mi corazón contra mi mala fortuna.
Como lo había previsto, el agua faltó completamente al concluir el primer día de marcha. Nuestra provisión de líquido se redujo entonces a ginebra, a ese infernal licor extraído del enebro, que quema la garganta, y que no podía mirar siquiera. La temperatua me pareció sofocante. Me paralizaba el cansancio, y más de una vez estuve próximo a caer sin movimiento. Entonces hacíamos alto, y mi tío y el islandés me animaban lo mejor que podían. Pero yo estaba ya viendo que el primero se relacionaba difícilmente contra la extrema fatiga y los tormentos nacidos de la privación de agua.
En fin, el martes 8 de julio, arrastrándonos a gatas, llegamos medio muertos al punto de intersección de las dos galerías. Allí permanecí como un cuerpo inerte, tendido sobre la lava. Eran las diez de la mañana.
Hans y mi tío, recostados contra la pared, procuraron pasar algunos bocados de galleta. Prolongados gemidos se escapaban de mis entumecidos labios, hasta que caí en un profundo sopor.
Al cabo de algún tiempo, mi tío se me acercó y me levantó entre sus brazos:
-¡Pobre muchacho! -murmuró con un verdadero acento de piedad.
Me afectaron sus palabras, pues no estaba acostumbrado a las ternezas del áspero profesor. Cogí con las mías sus manos estremecidas, y él no hacía más que mirarme. Sus ojos estaban humedecidos. Lo vi entonces coger la calabaza que llevaba colgada. Con mucho asombro mío la aproximó a mis labios.
-¡Bebe! -me dijo.
¿Había yo oído bien? ¿Se había mi tío vuelto loco? Yo le miraba con una fijeza estúpida. No quería comprenderle.
-Bebe -repitió.
Y levantando su calabaza, vació entre mis labios toda el agua que contenía.
¡Oh fruición! Un sorbo de agua humedeció mi boca de fuego, no más que un sorbo, pero bastó para devolverme la vida que había ya casi perdido.
Di gracias a mi tío juntando las manos.
-Sí -dijo él -¡Un sorbo de agua! ¡El último! ¿Lo oyes? ¡El último! Lo guardaba como un tesoro en el fondo de mi calabaza. ¡Veinte veces, cien veces he tenido que resistir al imperioso deseo de humedecer con él mis secas fauces! Pero no, Axel, lo reservaba para ti.
-¡Tío! -murmuré, gruesas lágrimas brotaron de mis ojos.
-Sí, pobre muchacho sabías que al llegar a esta encrucijada caerías medio muerto, y he conservado para reanimarte mis últimas gotas de agua.
-¡Gracias! ¡Gracias! -exclamé.
Aquel sorbo de agua, aunque muy insuficiente para apagar mi sed devoradora, me infundió algún aliento. Se produjo alguna reacción en los músculos de mi garganta hasta entonces contraídos, y se suavizaron un poco mis labios abrasados. Podía hablar.
-Veamos -dije-, no podemos tomar más que un partido, carecemos de agua, es forzoso retroceder.
Oyéndome hablar así, mi tío procuraba no mirarme; bajaba la cabeza, sus ojos huían de los míos.
-Es preciso retroceder -repetí-, y volver a tomar el camino del Sneffels. ¡Qué Dios nos dé fuerzas para subir a la cima del cráter!
-¡Retroceder! -exclamó mi tío contestando tal vez a su propio pensamiento, y no a mis palabras.
-Sí, retroceder, y sin pérdida de un instante.
Hubo una pausa bastante larga.
-Así pues, Axel -repuso el profesor con un tono extraño-, ¿el sorbo de agua que te he dado no te ha devuelto el valor y la energía?
-¡El valor!
-Te veo abatido como antes, y pronunciando aún palabras de desesperación.
¿Con qué hombre tenía que luchar? ¿Qué proyectos podía acariciar todavía aquella atrevida mente?
-¡Cómo! ¿No queréis?...
-¿Renunciar a esta expedición en el momento de anunciarme todo que puedo llevarla a cabo? ¡Jamás!
-¿Entonces hay que resignarse a morir?
-¡No, Axel, no; parte! ¡Yo no quiero tu muerte! Que Hans te acompañe. ¡Déjame solo!
-¡Abandonaros!
-¡Déjame, te digo! ¡He empezado este viaje, y he de concluir, o no volveré! ¡Vete, Axel, vete!
Mi tío hablaba con extraordinario calor. Su voz instantáneamente afable, excepcionalmente cariñosa, volvió a ser dura y amenazadora. Con sombría energía luchaba contra lo imposible. Yo no quería abandonarle en el fondo de aquel abimo, pero al mismo tiempo el instinto de conservación me mandaba huir de él.
El guía seguía esta escena con su indiferencia de costumbre. Comprendía, sin embargo, lo que pasaba ante sus dos compañeros. Nuestros ademanes indicaban demasiado la vía diferente por la cual cada uno de nosotros procuraba arrastrarlo; pero Hans tomaba al parecer poco interés en una cuestión en que su existencia se hallaba, sin embargo, comprometida, y permanecía dispuesto a marchar si se le daba la señal de marcha, y dispuesto a quedarse a la menor indicación de su amo.
¡Que no hubiera yo dado en aquel instante para hacerme comprender por Hans! Mis palabras, mis gemidos, mi acento, habrían triunfado en su fría naturaleza. Le hubiera hecho comprender y palpar los peligros que él al parecer no sospechaba. Y los dos juntos habríamos tal vez convencido al obstinado profesor. En caso necesario, lo hubiéramos obligado a la fuerza a volver a las alturas del Sneffels.
Me acerqué a Hans, lo cogí una mano. Él no se movió siquiera. Le indiqué el camino del cráter. Permaneció inmóvil. Mi rostro expresaba todos mis pensamientos. El islandés movió lentamente la cabeza y señaló tranquilamente a mi tío.
-Master -dijo.
-¡El amo! -exclamé-. ¡Insensato! ¡No, él no es el amo de la vida! ¡Es preciso huir! ¡Es preciso arrastrarle! ¿Me oyes? ¿Me comprendes?
Tenía a Hans asido del brazo. Quería obligarle a levantarse. Luchaba con él. Mi tío intervino.
-Calma, Axel -dijo-. Nada recabarás de este servidor impasible. Oye, pues, lo que voy a proponerte.
Me crucé de brazos, mirando a mi tío frente a frente.
-La falta de agua -dijo-, es el único obstáculo que se opone a la realización de mis proyectos. En esta galería del este, formada de lavas, esquistos y hullas, no hemos encontrado una sola molécula líquida. Es posible que seamos más afortunados siguiendo el túnel del oeste.
Meneé la cabeza, manifestando mi profunda incredulidad.
-Escúchame hasta el fin -repuso el profesor, esforzando la voz-. Mientras yacías sin movimiento, he ido a reconocer la conformación de esta galería. Se hunde directamente en las entrañas del globo, y en pocas horas nos conducirá a la masa granítica. Allí hemos de encontrar manantiales abundantes. Así lo quiere la naturaleza de la roca, y el instinto está de acuerdo con la lógica para apoyar mi convicción. He aquí, pues, lo que voy a proponerte. Cuando Colón pidió tres horas a los tripulantes para encontrar las nuevas tierras, sus tripulantes enfermos, a arredrados, accedieron sin embargo a su demanda, y él descubrió el nuevo mundo. Yo, el Colón de estas regiones subterráneas, no te pido más que un día. Si pasado ese día, no he encontrado el agua que nos falta, te lo juro, volveremos a la superficie de la tierra.
A pesar de mi irritación, me conmovieron las palabras de mi tío y la violencia que se hacía para usar semejante lenguaje.
-¡Pues bien! -exclamé-, hágase como lo deseáis, y que Dios recompense nuestra energía sobrehumana. No os quedan más que algunas horas tentar la suerte. ¡En marcha!
Viaje al centro de la tierra - Julio Verne

sábado, 21 de marzo de 2009

El crepúsculo

Destellos de luz implacables
horizontan la marea
y ciernen en el corazón del mar
sus garras sin cesar

La comunión del mar y el cielo
nace tras la cortina de estrellas
que embarca un viaje
duradero mientras
la realidad duerma

Flácido entusiasmo

Desde el vacío consumado de los seres
flota una ingravida niebla incolora
inolora
que flota encima de la tierra
haciendola ser un cúmulo de
nada

Sed

Tengo mucha sed, tengo mucha sed de amor
pero cuánto menos amor bebo
más sed tengo
veo a la gente beber
mientras yo me muero de sed
y llegará un momento en que tenga tanta sed
que me moriré
con sed

Primera sentencia

Desde el alma de un analfabeto en este arte
saldrá algo de la pasión encerrada en un mundo aparte

El Oráculo luminoso del espectral amanecer esfuma grandes praderas de elefantes cornudos.
Una llave estruendosa, llave martillante, en el cerebro de una magna escultura.
Pero no te rindas, cuando el alma peligra en el gran lugar maravilloso.
Cuando un ave volante, llena de alas parlantes cubre el espeso escrúpulo del horizonte dañino.
Una voltereta de ideas salen disparadas de un rifle conejero, cuando sepas la razón del descubriento.
Vuela, vuela alto especial marinero del cielo. Canta y salta cuando pises la tierra de los sútiles escuetos sultanes.
Y ahora que todo salió podemos mirar qué pasó... y mientras posamos la mirada en hechos pasados, inspirados en el sulfuroso olor de la lluvia, nuestra alma cantará y proclamará el techo de los murciélagos saltarines.
El divertido regocijo de veros a vosotros, solanos, intentando descifrar mis hábiles canciones.
No fui testigo de ningún espejo lunar, sólo dejé que mi intuición poderosa supiese qué hacer.

miércoles, 11 de marzo de 2009

Mozart

"Ni una inteligencia sublime, ni una gran imaginación, ni las dos cosas juntas forman el genio. Amor, amor, eso es el alma del genio." W.A. Mozart

El campo de la Música Clásica es muy amplio así que yo no os puedo ofrecer mucho sobre el tema. Mi tío Juan Manuel (1944-2008), él sí sabía mucho de Música Clásica, era melómano... y heredé de él muchos discos de los Beatles... ¡¡¡¡lástima que los vinilos mi padre los vendió!!!! Tenía el albúm blanco en LP... yo sólo tengo un LP de los Beatles, y es herencia de mi madre. Y mi primo, Juan Miguel (sí... en mi familia todos se llaman... Juan tal, Ana tal... yo soy Ana Carolina, mi padre Juan Carlos, mi abuelo Juan Manuel y si tengo hijos, si es chica será Ana y otro nombre y si es chico Juan y otro nombre... John... ah, John Lennon)... bueno... me estaba desviando mucho del tema... mi primo Juan Miguel también es muy aficionado a la Música Clásica.

La mayoría de la gente piensa que la Música Clásica es ABURRIDA. Yo recuerdo que cuando era pequeña y escuchaba Música Clásica me daba MIEDO; me sentía intimidada por tanta profundidad, humm... siempre transformaba mi alrededor como si en cualquier momento me cayese por un abismo oscuro. Ahora, no me da miedo. Me gusta. Aunque, es cierto que aburre escucharla en exceso... mi mente necesita alternarla con los electrizantes rasgeos del rock y sus enérgicas melodías. Pero tampoco puedo escuchar rock todo el día, a veces necesito la paz de la música clásica y su sublimidad. Mi preferido con bastante predilección es Mozart. A los doce años, tuve la suerte de que un periódico regalaba la obra completa de Mozart y mi padre me la compraba... cada semana, me daba cuatro discos nuevos... y en total, son treinta y cinco. Obviamente, no los he escuchado todos... sólo algunos... hay uno de serenatas, otro de sinfonías y otro de piano, que son los que suelo escuchar. Además, la obra completa también la acompañaba la biografía de Mozart con gran detalle... y conozco bastante su vida.

Crysostomus Johannes Gotlieb Teophilus Wolfgang Amadeus Mozart (largo, eh) nació el Salzburgo, el 27 de Enero de 1756, su padre Leopold Mozart era violinista y se encargó de que sus hijos también lo fuesen... la hermana de Wolfgang, Nannerl, era igual o quizá mejor que él, pero por ser mujer no pudo dedicarse a la música. Wolfgang se sentía entusiasmado al escuchar un acorde a los cinco o cuatro años... y comenzó a aprender clavicordio. A los 6 años ya daba conciertos por todas las cortes con los ojos vendados. La famosa Einekleine Natchmusik (Pequeña Serenata Nocturna) la compuso a los 11 años. A los 12 años, compuso su primera ópera. Y a los 14 ya era Concert Maister, director de la capilla. Y, en fin... compuso alrededor de 600 obras en toda su vida, murió a los 35 años... las teorías de su muerte son infinitas... pero las que yo sé, son... que la secta masónica lo envenenó por revelar secretos en "La flauta mágica"... murió de fiebre... Salieri lo mató por envidia... y esas son las que sé. Yo, me inclino por la de la fiebre... en aquella época la sanidad escaseaba y no había curas para las enfermedades, la gente moría de gripes... y, además, debido a las numerosas giras que hacía Mozart por Europa en su juventud, de joven contrajo casi todas las enfermedades conocidas... de los seis hijos que tuvo, no sobrevivió ninguno, y el más mayor llegó a crecer hasta los 14... las enfermedades los mataron. A Mozart lo enterraron en una fosa común por ser pobre... aunque la corte le pagaba muy bien, él no sabía administrar sus ganancias y era pobre.

El año pasado, tuve el placer de ver la película "Amadeus" (1984, Milos Forman) en la clase de música... me sorprendí mucho. Recuerdo que antes de ver la película pensaba que Mozart era el tipo serio y... formal, como uno se imagina que sean los señores en el siglo XVIII. Pero en esta película se revela su lado más hiperactivo, por así decirlo, y su personalidad más pícara. Todo ello queda recalcado en la risa que le ponen. Pero, creo que me agradó más saber que Mozart era así, tan... delirante. Y ahora... le tengo admiración. Y sé tocar dos de sus serenatas para piano, "Alla Turca" y otra que no sé muy bien el nombre, pero que es "K. 545"... algún día, haré una grabación en condiciones de eso. Pienso que, como saben, Mozart era un genio y, además, un niño prodigio. Pero puedo sentir en su música alegría y... espontánea sencillez... perfección... ¡Sientan el Efecto Mozart! Yo no se los puedo explicar como si fuese la tabla de multiplicar, porque eso no se puede expresar con vocablos, tan sólo... se sabe que es grandeza. GRANDEZA. Mozart es mi preferido en la música clásica. Preferido con diferencia... luego le siguen Beethoven y Tchaicovsky.

Este vídeo, recoge toda la muestra del efecto Mozart. Veánlo.




domingo, 8 de marzo de 2009

Voy a vivir de forma tan parecida a la de un narniano como pueda, aunque no exista Narnia.


- Os diré algo, señora – dijo Charcosombrío apartándose del fuego; cojeando debido al dolor -. Os diré algo. Todo lo que habéis estado diciendo es bastante cierto, sin duda. Soy un tipo al que siempre le ha gustado saber lo peor y luego le ha puesto la mejor cara que ha podido. Así pues, no negaré nada de lo que habéis declarado. Pero hay algo más que debe mencionarse. Supongamos que no hemos hecho más que soñar o inventar todas esas cosas: árboles, hierba, sol, luna, estrellas y al mismo Aslan. Supongamos que sea así. Entonces todo lo que puedo decir es que, en ese caso, las cosas inventadas parecen mucho más importantes que las reales. Supongamos que este pozo negro que tenéis por reino es el único mundo. Pues lo cierto es que me resulta muy poca cosa. ¡Qué curioso! No somos más que criaturas que han inventado un juego, si es que tenéis razón; pero nuestro mundo ficticio deja en mantillas a vuestro mundo real. Por eso voy a quedarme en ese mundo imaginario. Estoy del lado de Aslan incluso aunque no exista ningún Aslan para actuar de guía. Voy a vivir de forma tan parecida a la de un narniano como pueda, aunque no exista Narnia. Así pues, os doy las gracias por la cena que nos habéis ofrecido y, si estos dos caballeros y la joven dama están listos, abandonaremos vuestra corte al momento y marcharemos por la oscuridad para pasar nuestras vidas en la Tierra Superior. Sin duda nuestro tiempo no será largo, diría yo; pero eso no es una gran desgracia si el mundo es un lugar tan aburrido como decís.
Las Crónicas de Narnia: La Silla de Plata - Clive Staples Lewis.

martes, 3 de marzo de 2009

Revolutionarity Road (Richard Yates)

John observó a su madre con la cabeza ladeada, y cuando hubo tragado lo que tenía en la boca la cortó a media frase.
-¿Tú eres abogado, Frank?
-¿Abogado, yo? No. ¿Por qué?
-Confiaba en que lo fueras, eso es todo. Me iría bien un abogado. ¿A qué te dedicas, pues? ¿Publicidad, o algo así?
-No. Trabajo en Knox Business Machines.
-¿Y qué haces? ¿Diseñas máquinas, las haces, las vendes, las reparas o qué?
-Digamos que ayudo a que se vendan. En realidad, no tengo mucho que ver con las máquinas en sí; trabajo en las oficinas. Un trabajo bastante estúpido, a decir verdad. Me refiero a que no es nada interesante, ya sabes.
-¿”Interesante”? –a John Givings pareció molestarle la palabra-. ¿Te preocupa si un trabajo es “interesante” o no? Yo pensaba que eso sólo lo hacían las mujeres. Y los muchachos. Me sorprendes…
-Oh, miren, ¡está saliendo el sol! –exclamó la señora Givings. Se levantó de un salto, fue hasta la ventana panorámica y se asomó, con la espalda muy rígida-. A lo mejor vemos un arco iris. Sería maravilloso, ¿verdad?
A Frank empezaba a escocerle el cogote de pura irritación.
-Sólo quería decir –explicó- que no me gusta mi empleo ni nunca me gustará.
-Entonces, ¿por qué lo haces? Oh, está bien, está bien… -John Givings agachó la cabeza y levantó débilmente una mano en un vano intento de parar el golpe de la reprobación pública-. Sí, ya sé; no es asunto mío. Nuestra Helen llama a eso Tener-Poco-Tacto, Querido. Ése es mi problema, ya ves; y siempre lo ha sido. Olvida lo que he dicho. Si quieres tener una casa, has de tener un empleo. Si quieres tener una casa muy bonita, muy linda, entonces necesitas un trabajo que no te guste. Estupendo. Así es que como funciona el noventa y nueve por ciento de la gente, de modo que no tienes por qué disculparte, amigo. Si viene uno y te pregunta “¿Por qué lo haces?”, puedes dar por seguro que los del manicomio lo han dejado suelto unas horas. Queda claro. ¿Queda claro, Helen?
-Oh, miren, hay un arco iris –dijo la señora Givings-… o no, un momento, me parece que no lo es. Pero seguro que al sol se está de maravilla. ¿Por qué no vamos a dar un paseo?
-A decir verdad –dijo Frank-, has puesto el dedo en la llaga, John. Estoy de acuerdo en todo lo que acabas de decir. Mi mujer también. Por eso voy a dejar mi empleo en otoño, y por eso vamos a marcharnos.
John Givings miró incrédulo a los dos, a Frank y a April.
-¿Ah, sí? ¿Marcharos adónde? Oh, ya, espera… Sí, ella me dijo algo de eso. Os vais a Europa, ¿verdad? Sí, ahora lo recuerdo. Lo que no dijo es por qué; sólo que le parecía “muy extraño” –y de repente hendió el aire (por poco no hendió la casa entera) con una carcajada feroz-. Oye, mamá, ¿qué opinas? ¿Todavía lo encuentras “muy extraño”? ¿Eh, Helen?
-Tranquilízate –dijo Howard Givings desde su rincón-. Cálmate un poco, hijo.
Pero John hizo caso omiso.
-¡No veas! –gritó-. Apuesto a que esta conversación sí la encuentras muy extraña, ¿eh, mamá?
Estaban tan hechos a la voz de cantarina de la señora Givings que las siguientes palabras que ella dijo, dirigidas a la ventana y pronunciadas en una especie de tenso y húmedo plañido, los impresionaron:
-Oh, John, basta ya.
Howard Givings se levantó y fue hacia su mujer arrastrando los pies. Una de sus blancas manos manchadas de vejez hizo un ademán de tocarla, pero en el último momento pareció pensarlo mejor. Se quedaron los dos mirando por la ventana, muy juntos; era difícil saber si estaban hablando en susurros. La cara de John estaba aún exaltada a resultas de la risa.
-Bueno -dijo Frank, inquieto-, quizá sí deberíamos ir a dar un paseo.
-Sí, vamos -dijo April.
-Ya sé -dijo John Givings-. ¿Por qué no vamos nosotros tres a dar una vuelta y así ellos se quedan aquí por si sale el arco iris? A ver si aligeramos un poquito la tensión.
Cruzó la alfombra para ir por su gorra, y de regreso torció casi espasmódicamente hacia donde estaban sus padres, describiendo con el puño cerrado un rápido arco en dirección al hombro de su madre. Howard Givings vio venir la mano y sus gafas reflejaron un instante de miedo, pero no hubo tiempo para intervenir: el puño aterrizó, pero no golpeando, sino con una manotada suave, cariñosa y comedida en el vesido de la señora Givings.
-Hasta luego, mamá -dijo John-. No pierdas esa simpatía.
En el bosque de detrás de la casa, la tierra recién regada y humeando al sol despedía una fragancia estimulante. Los Wheeler y su invitado, relajados en un espontáneo ambiente de camadería, tuvieron que caminar cuesta arriba en fila india y abrirse camino entre los árboles; el menor roce con una rama alta producía una lluvia de gotas, y la reluciente corteza de las ramas pequeñas les dejaba en la ropa veteadas manchas negras. Al cabo de un rato dejaron el bosque y rodearon lentamente el campo que quedaba detrás. Los hombres llevaban el peso de la conversación; April escuchaba, sin apartarse del brazo de Frank, y éste notó más de una vez, mirándola de soslayo, que sus ojos brillaban con lo que parecía admiración por cuanto estaba diciendo.
Los aspectos prácticos de mudarse a Europa no parecieron interesar a John Givings, quien sin embargo no dejó de machacarles a preguntas sobre los motivos del viaje; y en una ocasión, cuando Frank dijo algo sobre "la irremisible vaciedad de este país", John se detuvo en seco, estupefacto.
-Caramba -dijo-. Has dado en el clavo. La irrebisible vaciedad. Cantidad de gente ha caído en la cuenta del tema de la vaciedad; donde yo trabajaba antes no se hablaba de otra cosa. Nos pasábamos la noche a vueltas con la vaciedad. Eso sí, allí nadie decía "irremisible"; en eso éramos unos gallinas. Porque es posible que para ver la vaciedad haya que tenerlos bien puestos, pero para ver la "irremisibilidad" hace falta muchísimo más que eso. Y supongo que cuando ves lo irremediable que es la vaciedad ya no te queda más salida que largarte. Si es que puedes.
-Quizá -dijo Frank.