lunes, 21 de septiembre de 2009

Carpe Diem



Carpe Diem! Aprovecha el día,
no dejes que termine sin haber crecido un poco,
sin haber sido feliz, sin haber alimentado tus
sueños.

No te dejes vencer por el desaliento.
No permitas que nadie te quite el derecho a
expresarte, que es casi un deber.

No abandones tus ansiasde hacer de tu vida
algo extraordinario.

No dejes de creer que las palabras y las poesías
sí pueden cambiar al mundo.
Porque pase lo que pase, nuestra esencia está
intacta.

Somos seres humanos llenos de pasión.
La vida es desierto y es oasis.
Nos derriba, nos lastima, nos enseña, nos
convierte en protagonistas de nuestra propia
historia. Aunque el viento sopla en contra, la
poderosa obra continúa,

tú puedes aportar una estrofa.
No dejes nunca de soñar, porque sólo en
sueños puede ser libre el hombre.
No caigas en el peor de los errores, el silencio.

La mayoría vive en un silencio espantoso.
No te resignes. Huye.

"Emito mi alarido por los techos de este
mundo" dice el poeta.
Valora la belleza de las cosas simples,
se puede hacer poesía bella sobre las pequeñas
cosas.

No traiciones tus creencias. Todos necesitamos
aceptación, pero no podemos remar en contra
de nosotros mismos. Eso transforma la vida en
un infierno.

Disfruta el pánico que provoca tener la vida
por delante.
Vívela intensamente, sin mediocridades.

Piensa que en ti está el futuro y encara a
tarea con orgullo y sin miedo.
Aprende de quienes pueden enseñarte.

Las experiencis de quienes nos precedieron,
de nuestros "poetas muertos", te ayudarán a
caminar por la vida.

La sociedad de hoy somos nosotros, "los poetas
vivos", no permitas que la vida te pase a ti sin
que la vivas.

Walt Whitman

domingo, 20 de septiembre de 2009

El Silmarillion

En el principio Ilúvatar hizo a los Ainur de su pensamiento; y ellos hicieron una Gran Música delante de él. En esta música empezó el Mundo; porque Ilúvatar hizo visible el canto de los Ainur, y ellos lo contemplaron como una luz en la oscuridad. Y muchos de entre ellos se enamoraron de la belleza y la historia del mundo, que vieron comenzar y desarrollarse como en una visión. Por tanto Ilúvatar dio Ser a esta visión, y la puso en medio del Vacío, y el Fuego Secreto fue enviado para que ardiera en el corazón del Mundo; y se lo llamó Eä.

Entonces aquellos de entre los Ainur que así lo deseaban, se levantaron y entraron en el mundo en el principio del Tiempo; y era su misión acabarlo, y trabajar para que la visión se cumpliese. Largo tiempo trabajaron en las regiones de Eä, de una vastedad inconcedible para los Elfos y los Hombres, hasta que el tiempo señalado se hizo Arda, el Reino de la Tierra. Entonces se vistieron con las galas de la Tierra, y allí descendieron y moraron.

Narciso y Eco

Eco era una joven ninfa de los bosques, parlanchina y alegre. Con su charla incesante entretenía a Hera, esposa de Zeus, y estos eran los momentos que el padre de los dioses griegos aprovechaba para mantener sus relaciones extraconyugales. Hera, furiosa cuando supo esto, condenó a Eco a no poder hablar sino solamente repetir el final de las frases que escuchara, y ella, avergonzada, abandonó los bosques que solía frecuentar, recluyéndose en una cueva cercana a un riachuelo.

Por su parte, Narciso era un muchacho precioso, hijo de la ninfa Liríope. Cuando él nació, el adivino Tiresias predijo que si se veía su imagen en un espejo sería su perdición, y así su madre evitó siempre espejos y demás objetos en los que pudiera verse reflejado. Narciso creció así hermosísimo sin ser consciente de ello, y haciendo caso omiso a las muchachas que ansiaban que se fijara en ellas.

Tal vez porque de alguna manera Narciso se estaba adelantando a su destino, siempre parecía estar ensimismado en sus propios pensamientos, como ajeno a cuanto le rodeaba. Daba largos paseos sumido en sus cavilaciones, y uno de esos paseos le llevó a las inmediaciones de la cueva donde Eco moraba. Nuestra ninfa le miró embelesada y quedó prendada de él, pero no reunió el valor suficiente para acercarse.

Narciso encontró agradable la ruta que había seguido ese día y la repitió muchos más. Eco le esperaba y le seguía en su paseo, siempre a distancia, temerosa de ser vista, hasta que un día, un ruido que hizo al pisar una ramita puso a Narciso sobre aviso de su presencia, descubriéndola cuando en vez de seguir andando tras doblar un recodo en el camino quedó esperándola. Eco palideció al ser descubierta, y luego enrojeció cuando Narciso se dirigió a ella.

- ¿Qué haces aquí? ¿Por qué me sigues?

- Aquí... me sigues... -fue lo único que Eco pudo decir, maldita como estaba, habiendo perdido su voz.

Narciso siguió hablando y Eco nunca podía decir lo que deseaba. Finalmente, como la ninfa que era acudió a la ayuda de los animales, que de alguna manera le hicieron entender a Narciso el amor que Eco le profesaba. Ella le miró expectante, ansiosa... pero su risa helada la desgarró. Y así, mientras Narciso se reía de ella, de sus pretensiones, del amor que albergaba en su interior, Eco moría. Y se retiró a su cueva, donde permaneció quieta, sin moverse, repitiendo en voz queda, un susurro apenas, las últimas palabras que le había oído... "qué estúpida... qué estúpida... qué... estu... pida...". Y dicen que allí se consumió de pena, tan quieta que llegó a convertirse en parte de la propia piedra de la cueva...

Pero el mal que haces a otros no suele salir gratis... y así, Nemesis, diosa griega que había presenciado toda la desesperación de Eco, entró en la vida de Narciso otro día que había vuelto a salir a pasear y le encantó hasta casi hacerle desfallecer de sed. Narciso recordó entonces el riachuelo donde una vez había encontrado a Eco, y sediento se encaminó hacia él. Así, a punto de beber, vio su imagen reflejada en el río. Y como había predicho Tiresias, esta imagen le perturbó enormemente. Quedó absolutamente cegado por su propia belleza, en el reflejo. Y hay quien cuenta que ahí mismo murió de inanición, ocupado eternamente en su contemplación. Otros dicen que enamorado como quedó de su imagen, quiso reunirse con ella y murió ahogado tras lanzarse a las aguas. En cualquier caso, en el lugar de su muerte surgió una nueva flor al que se le dio su nombre: el Narciso, flor que crece sobre las aguas de los ríos, reflejándose siempre en ellos.

martes, 15 de septiembre de 2009

Hermafrodito y Sálmacis

Cierto día Afrodita y Hermes se miraron intensamente. Y descubrieron que se amaban. Tan fuerte fue la atracción que sintieron, como poco duradero fue su encuentro. Pero de su unión nació un hijo, a quien sus padres llamaron Hermafrodito, fundiendo en uno sus nombres griegos. Terminada su aventura, la diosa comenzó a sentirse acusada de un nuevo adulterio. Y viendo en su hijo un testimonio vivo de su traición, decidió separarse de él. Lo entregó al cuidado de las ninfas del monte Ida para que lo criaran y lo educaran. Al cumplir 15 años, Hermafrodito abandonó a sus niñeras y se dispuso a recorrer las tierras griegas. Era tan bello como su divina madre pero no había heredado de ella su ardor amoroso. Ante lo encantos femeninos y perspectivas de aventuras, tímidamente bajaba los ojos y se retiraba. Un día, al andar por una región soleada, el calor excesivo le hizo buscar un lago en el que refrescarse. El hijo de Hermes y Afrodita se desnudó y se zambulló en las límpidas aguas. La ninfa Sálmacis, espíritu de aquel lago, no tardó en ver al joven. La visión de aquel hermoso cuerpo despertó en ella la más intensa pasión. Se desnudó también y se deslizó ágil y graciosamente en las aguas cálidas. Hizo todo lo posible por conquistar al joven, pero éste se resistía. Desesperada, lo enlazó fuertemente y suplicó a los dioses:”¡Te debates en vano, hombre cruel! ¡Dioses! Haced que nada pueda jamás separarlo de mí ni separarme de él” Los inmortales atendieron a su pedido y los dos cuerpos quedaron fundidos para siempre en un solo ser, de doble sexo.

lunes, 14 de septiembre de 2009

El Gato Risón

"¿Sólo quieres saber qué camino debes tomar? ¡Pues depende a dónde quieras ir tú! ¿¡Eso no importa?! ¡Entonces realmente no importa el camino que escojas! Sin embargo, si yo buscara un conejo blanco le preguntaría al Sombrero Loco... o allí está la liebre, por este lado... puedes ir, aunque te advierto que también está loca ¿¡pero tú con locos no quieres tener ningún trato?! ¡Oh, eso no lo puedes evitar, porque aquí todos estamos locos!"

lunes, 7 de septiembre de 2009

Apolo y Dafne

Apolo, había recibido una flecha de Cupido que había provocado en él un ciego amor por la bella Dafne, mas no era correspondido. Aquí están las palabras que el dios dirige a su amada:

No sabes, temeraria, no sabes de quién huyes, y por eso huyes. Júpiter es mi padre; por mediación mía se revela tanto lo que será como lo que ha sido; gracias a mí suena el canto en armonía con las cuerdas. Infalible es mi flecha, desde luego, pero hay una que lo es aún más que la mía y que ha causado una herida en mi corazón, antes intacto. Invento mío es la medicina. ¡Ay de mí, porque ninguna hierba es capaz de curar el amor y no sirven de nada a su señor las artes que sirven a los demás!

Aún iba a seguir hablando cuando Dafne huyó a la carrera, despavorida, y al abandonarlo, dejándolo con la palabra en la boca, aun entonces le pareció agraciada. Pero el joven dios no puede soportar por más tiempo dirigirle en vano palabras acariciantes, y obedeciendo a los consejos de su mismo amor, sigue sus huellas en carrera desenfrenada. El perseguidor, ayudado por las alas del amor, es más rápido, acosa la espalda de la fugitiva y echa su aliento sobre los cabellos de ella, que le ondean sobre el cuello. Agotadas sus fuerzas, palideció; vencida por la fatiga de tan acelerada huída, mira las aguas del Peneo y dice: "Socórreme, padre; si los ríos tenéis un poder divino, destruye, cambiándola, esta figura por la que he gustado en demasía". Apenas acabó su plegaria cuando un pesado entorpecimiento se apodera de sus miembros; sus suaves formas van siendo envueltas por una delgada corteza, sus cabellos caen transformándose en hojas, en ramas sus brazos; sus pies, un momento antes tan veloces, quedan inmovilizados en raíces fijas; su esplendente belleza es lo único que de ella queda.

jueves, 3 de septiembre de 2009

Aragorn y Éowyn

Cuando Aragorn llegaba al pabellón que compartiría esa noche con Legolas y Gimli, donde sus compañeros ya habían entrado, la Dama Éowyn lo siguió y lo llamó. Aragorn se volvió y la vio, una luz en la noche, pues iba vestida de blanco; pero tenía fuego en la mirada.
-¡Aragorn! -le dijo- ¿por qué queréis tomar ese camino funesto?
-Porque he de hacerlo -fue la respuesta-. Sólo así veo alguna esperanza de cumplir mi cometido en la guerra contra Sauron. No elijo los caminos del peligro, Éowyn. Si escuchara la llamada de mi corazón, estaría a esta hora en el lejano Norte, paseando por el hermoso valle de Rivendel.
Ella permaneció en silencio un momento, como si pensara el significado de aquellas palabras. Luego, de improviso, puso una mano en el hombro de Aragorn.
-Sois un señor austero e inflexible -dijo-; así es como los hombres conquistan la gloria. -Hizo una pausa.- Señor -prosiguió-, si tenéis que partir, dejad que os siga. Estoy cansada de esconderme en las colinas, y deseo afrontar el peligro y la batalla.
-Vuestro deber está aquí entre los vuestros -respondió Aragorn.
-Demasiado he oído hablar de deber -exclamó ella-. Pero ¿no soy por ventura de la Casa de Eorl, una virgen guerrera y no una nodriza seca? Ya bastante he esperado con las rodillas flojas. Si ahora no me tiemblan, parece, ¿no puedo vivir mi vida como yo lo deseo?
-Pocos pueden hacerlo con honra -respondió Aragorn-. Pero en cuanto a vos, señora: ¿no habéis aceptado la tarea de gobernar al pueblo hasta el regreso del Señor? Si no os hubieran elegido, habrían nombrado a algún mariscal o capitán, y no podría abandonar el cargo, estuviese o no cansado de él.
-¿Siempre seré yo la elegida? -replicó ella amargamente-. ¿Siempre tendré yo que quedarme en casa cuando los Jinetes parten, dedicada a pequeños menesteres mientras ellos conquistan la gloria, para que al regresar encuentren lecho y alimento?
-Quizá no esté lejano el día en que nadie regrese -dijo Aragorn-. Entonces ese valor sin gloria será muy necesario, pues ya nadie recordará las hazañas de los últimos defensores. Las hazañas no son menos valerosas porque nadie las alabe.
Y ella respondió: -Todas vuestras palabras significan una sola cosa: Eres una mujer, y tu misión está en el hogar. Sin embargo, cuando los hombres hayan muerto con honor en la batalla, se te permitirá quemar la casa e inmolarte con ella, puesto que ya no la necesitarán. Pero soy de la Casa de Eorl, no una mujer de servicio. Sé montar a caballo y esgrimir una espada, y no temo el sufrimiento ni la muerte.
-¿A qué teméis, señora? -le preguntó Aragorn.
-A una jaula. A vivir encerrada detrás de los barrotes, hasta que la costumbre y la vejez acepten el cautiverio, y la posibilidad y aun el deseo de llevar a cabo grandes hazañas se hayan perdido para siempre.
-Y a mí me aconsejabais no aventurarme por el camino que he elegido, porque es peligroso.
-Es el consejo que una persona puede darle a otra -dijo ella-. No os pido, sin embargo que huyáis del peligro, sino que vayáis a combatir donde vuestra espada puede conquistar la fama y la victoria. No me gustaría saber que algo tan noble y tan excelso ha sido derrochado en vano.
-Ni tampoco a mí -replicó Aragorn-. Por eso, señora, os digo: ¡Quedaos! Pues nada tenéis que hacer en el Sur.
-Tampoco los que os acompañan tienen nada que hacer allí. Os siguen porque no quieren separarse de vos... porque os aman. -Y dando media vuelta Éowyn se alejó desvaneciéndose en la noche.