domingo, 9 de agosto de 2009

Éowyn, Dama de Rohan

La mujer dio media vuelta y entró lentamente en la casa. En el momento en que franqueaba las puertas, volvió la cabeza y miró hacia atrás. Graves y pensativos, los ojos de Éowyn se posaron en el rey con serena piedad. Tenía el rostro muy hermoso, y largos cabellos que parecían un río dorado. Alta y esbelta era ella en la túnica blanca ceñida de plata; pero fuerte y vigorosa a la vez, templada como el acero, verdadera hija de reyes. Así fue como Aragorn vio por primera vez a la luz del día a Éowyn, Dama de Rohan, y la encontró hermosa, hermosa y fría, como una clara mañana de primavera que todavía no ha alcanzado la plenitud de la vida. Y Éowyn de pronto lo miró: noble heredero de reyes, con la sabiduría de muchos inviernos, envuelto en andrajosa capa gris que ocultaba un poder que ella no podía dejar de sentir. Permaneció inmóvil un instante, como una estatua de piedra; luego, volviéndose rápidamente, entró en el castillo.

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